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Maristella Svampa y su Bariloche rebelde

Periodista:
Fabio Petroni
Publicada en:
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Con sensibilidad de socióloga y pluma de escritora, Maristella Svampa supo llevar a la ficción las más complejas realidades del país. En El muro, su última novela, la desigualdad social, la segregación y la violencia son los ladrillos que separan a una Patagonia cada vez más rebelde.

En El muro todo sucede en Villa Quimey, una bella localidad cordillerana ubicada en la Patagonia. Un día, dos jóvenes penetran el muro que divide la ciudad y asaltan a un anciano que vive del lado protegido. La situación deriva en un caso de gatillo fácil, hecho que suscitará un estallido y pondrá en peligro las diferencias sociales y étnicas entre ambos lados del muro. Cinco voces  que se preguntan una y otra vez por el muro, su origen, que aparece obturado en la memoria, naturalizado, como si estuviera allí desde siempre…

¿Cuáles son los ejes sociales que trazaste en la historia de El muro?

La novela tuvo un disparador, un famoso caso de gatillo fácil en Bariloche, que sucedió en 2010, y estremeció a la ciudad. Hubo movilizaciones de protesta que desembocaron en otras muertes y hasta una marcha de taxistas que defendían a los policías responsables de 3 muertes jóvenes más… Gatillo fácil, desigualdad social, segregación; esa historia me movilizó mucho. Empecé con la idea de escribir algo sobre ese tema, pero no sabía bien cómo. Al cabo de unas páginas, me di cuenta que tenía que separarme de esa historia. Sentí que tenía que romper con el realismo para volver a él de otro modo y poder contar así con libertad historias que tuvieran que ver con las diferencias sociales y las tensiones étnicas, con su naturalización. El modo de romper y volver desde otro lugar fue pensar que esa ciudad de la que quería hablar, que era una ciudad cualquiera, estaba dividida por un muro.

El muro, es una ficción que gira en torno a temas que la autora ya investigó como socióloga, y a los que luego decidió abordar desde la novela social: sus ficciones tratan temas de sociales y políticos donde se entrecruzan la violencia, la impunidad y la exclusión social.

¿Por qué elegiste el muro como metáfora para explicar tu visión de la sociedad?

Como dice el poeta francés Marcel Cohen que cito en el epígrafe de la novela, “No hay muro que, en algún momento, no haya sintetizado el mundo”. La temática de los muros siempre me pareció fascinante. No por casualidad hace más de diez años escribí el libro “Los que ganaron”, producto de una investigación sobre los countries y los barrios privados. Y cada tanto seguía indagando sobre los muros de la sociedad contemporánea: además de los muros de las urbanizaciones privadas, pienso en el muro de Cisjordania, el muro que separa Estados Unidos de México, el muro de Melilla, los muros y vallas que erigen las grandes corporaciones, todos ellos  forman parte central de los dispositivos de control del mundo contemporáneo. No son los únicos ni los primeros, pero en una sociedad atravesada por la inseguridad, las grandes desigualdades sociales y el miedo al otro, éstos aparecen como centrales. En fin, porque hablar del muro es hablar del modo en cómo una sociedad procesa sus diferencias…


¿Por qué siempre elegís la Patagonia como territorio literario?

Nací en la Patagonia y vuelvo todo el tiempo a ella.Es el paisaje en el cual me reconozco y al cual, sin que yo lo decida de antemano, vuelven mis historias. En esos regresos, trato de abrir alguna de las puertas de entrada a tantos mundos que ofrece. Por ejemplo, es­tá la Patagonia barroca y cordillerana, con sus lagos azules y sus glaciares, for export, pero también está la Patagonia ventosa y árida, la de la estepa poco visitada. Está la Pata­gonia indígena, que recuer­da el genocidio como mar­ca originaria; está la Patagonia también trágica y obre­ra. Está la Patagonia de los pue­blos chicos y medianos, que son la figura urbana predominante. En fin, cómo olvidar, también la Patagonia nazi. Mis relatos sitúan sus historias entre varias de es­tas imágenes de la Patago­nia. En mi primera novela, Los reinos perdidos, fue la Patagonia in­migrante y la meseta. En la segunda, Donde están enterrados nuestros muertos, están el pueblo chico y las grandes empresas. En El muro aparece la Patagonia barroca y cordillerana, de los grandes lagos, con sus secretos a cuestas, con sus abismales diferencias sociales y étnicas.

¿Cuál creés que sería un tema social demasiado complejo como para abordarlo desde la ficción?

Más que “un tema” yo pensaría en “mundos” sociales complejos. El modo en cómo desde la ficción uno recrea la realidad siempre implica tensar cercanía y distancia; referencialidad y autonomía. Hace varios años intenté escribir una ficción con personajes que venían del mundo piquetero, pero no hubo caso y lo abandoné. No di con la tecla literaria. Otro de los mundos socialmente complejos es sin duda el de los pueblos originarios en Argentina. Muy complejo de atrapar en una escritura ficcional que combine cercanía y distancia, y logre dar una voz propia  a un mundo diferente, pero no ajeno al nuestro. Ese es un mundo social que, sea desde una perspectiva histórica o actual, alguna vez me encantaría ficcionalizar.

¿Qué Maristella manda a la hora de escribir: la socióloga o la escritora?

Siempre aspiré a desarrollar un re­gistro anfibio de traba­jo. Y sucede que la ficción terminó colonizando lugares que tienen que ver con mi experiencia sociológica, y no al revés… Además, la narrativa tiene un lenguaje y una autonomía propia, una temporalidad diferente, como por ejemplo, exige una inmersión completa durante el proceso de escritura. No así el ensayo sociológico, histórico o periodístico, que demandan otro tipo de conexión emocional. Por otro lado, a veces pienso que si yo no fuera autora de libros de ensayo e investigación, a nadie se le ocurriría hacerme esta pregunta.