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La última vida imaginaria

Periodista:
Eduardo Berti
Publicada en:
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Hiperacúsico o mitómano que asegura oír los rayos a miles de kilómetros. Creador de la transferencia inalámbrica de energía eléctrica mediante ondas electromagnéticas, de la corriente alterna, de la bombilla sin filamento, de la radio y de las primeras centrales generadoras de energía. El protagonista de Relámpagos , Gregor, es un ingeniero sin par, acaso el mayor inventor desde los tiempos de Leonardo, y llega a convertirse, a inicios del siglo XX, en "el sabio más famoso del mundo", pese a que muchos lo acusan de farsante o estafador.
 

Con su última novela, tras Ravel y Correr, Jean Echenoz clausura la trilogía de las "vidas imaginarias" protagonizada por personajes históricos. El resultado final es una serie de tres libros delgados e intensos en los que destaca la elegancia de estilo, un tono entre irónico y melancólico y una constante reflexión en torno a la soledad, la vocación, el éxito y la derrota.
 


En dicho contexto, Relámpagos (muy bien traducido al español por Javier Albiñana) parece marcar la cumbre de una suerte de gradual alejamiento de la verosimilitud histórica. Mientras que en el primer libro del tríptico el protagonista era claramente el músico Maurice Ravel, y en el segundo ya no llevaba en su título el nombre del personaje histórico y denominaba simplemente Emil a su personaje (el famoso atleta Zátopek, la "locomotora checa"), en este flamante y tercer libro el protagonista se llama Gregor y está inspirado con libertad en la vida del ingeniero Nikola Tesla (1856-1943), pero ante todo en muchos relatos que circulan acerca de él.


Hay mucho de fábula y de mito en la historia real de Tesla, y así la narra Echenoz, con una voz falsamente ligera y oral cuyo efecto es poco menos que hipnótico. Niño precoz, Gregor es un superdotado capaz de aprender en un santiamén media docena de lenguas y de concebir más ideas de las que puede desarrollar: el aire líquido, el mando a distancia, los robots, el acelerador de partículas? Se ignora la fecha exacta de su nacimiento, pero se sabe que su "alumbramiento" coincidió con una tormenta estruendosa y con un "relámpago gigantesco, denso y ramificado". No es músico como Ravel, pero es un hombre de "reloj absoluto" ("siempre sabe con precisión qué hora es") y posee el "don de representarse interiormente las cosas como si existiesen previamente a su existencia, de verlas con tal precisión tridimensional que, en el impulso de su invención, no necesita boceto, esquema, maqueta ni experiencia previa".
 

Al igual que los protagonistas de los dos libros precedentes, Gregor muestra un carácter especial ("receloso, despectivo, susceptible") y resulta todo un bicho raro. Maniático de la limpieza, alarmado por los microbios, reacio al contacto humano (murió célibe, según sus biógrafos), le daban miedo los ascensores, lo obsesionaban los números múltiplos de tres, "contaba todo, perpetuamente: los adoquines de las avenidas, los peldaños de las escaleras, los pisos de los edificios" y acabó enamorado de las palomas, a las que introducía ilegalmente en los interminables cuartos de hotel por los que desfiló su vida.
 

Si Correr narraba, además de la vida de Zátopek, la historia de Checoslovaquia en la posguerra, en Relámpagos el protagonista es otro centroeuropeo, pero la historia está ambientada en Estados Unidos y ofrece a su manera un retrato de la entreguerra de los años veinte y treinta. Podría, en estos aspectos, confirmar una especie de contracara de la novela anterior. Por otra parte, a diferencia del Zátopek que en Correr se vuelca al atletismo sin darse mucha cuenta y casi sin querer, Gregor es un monomaníaco de esos que la literatura, cuando retrata con gracia, convierte en héroes imborrables como el ajedrecista Czentovicz de Stefan Zweig o el Raskólnikov de Dostoievski.
 

La idea fija de Gregor es transmitir energía gratuita, sin límites, "hasta los confines del planeta". Echenoz lo enfrenta a un Edison que, de ser su jefe, pasa a convertirse en un rival absoluto en la "guerra de la electricidad", casi un villano de cuento infantil: un sujeto "encorvado, desmañado y desagradable" que es sordo desde los trece años (obstáculo que no le impide inventar el fonógrafo), que contrata a Gregor a cambio de un sueldo miserable y que, años después, cuando se entera de que Gregor desarrolla la corriente alterna en el seno de la empresa competidora de George Westinghouse, es capaz de todo para desacreditarlo, incluso -como puede verse en un cortometraje que hoy circula en Internet- de electrocutar a una elefanta llamada Topsy.
 

Tienta leer el tríptico de Echenoz (tríptico planeado no antes sino después de Ravel ) a luz de las "propuestas para el próximo milenio" de Ítalo Calvino, ya que los principios estéticos que pregonaba el italiano están aquí: levedad, rapidez, visibilidad, exactitud, multiplicidad, consistencia. No únicamente los tres protagonistas (Ravel, Zátopek, Gregor/Tesla) parecen representarlos, sino que el emblema del relámpago podría ser una síntesis casi perfecta.
 

La narración de Echenoz es cronológica, pero con una cadencia voluntariamente irregular. Puede detenerse cuatro páginas en un detalle extravagante (la nariz de un personaje secundario) para luego resumir o saltearse alegremente diez años. Los detalles extraordinarios son los que impulsan el soberbio ritmo del texto, como en esa joya de finales del siglo XIX que fue Vidas imaginarias (libro que evidentemente preside esta trilogía), cuyo autor, Marcel Schwob, sostenía que el arte debe ser "lo opuesto a las ideas generales" y tiene que ocuparse de las singularidades, de "lo único". Completado el tríptico con Relámpagos , quedan muy claras las intenciones y los logros de Echenoz, a contramano de cualquier generalización y de todo abordaje biográfico tradicional. Por más que narraba los últimos diez años de un personaje histórico, por más que podía sugerir una amplia investigación, Ravel era un libro reacio a los tópicos de la novela histórica: pocas páginas, escritura en tiempo presente, diálogos en estilo libre, intrusiones incluso desopilantes del narrador. Los mismos rasgos, repetidos en Correr , se confirman en Relámpagos . Como escribiera Borges sobre aquel libro de Schwob que tanto lo influyó: "Los protagonistas son reales; los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos. El sabor peculiar de esta obra está en ese vaivén".

 

© Eduardo Berti, ADN Cultura, La Nación