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Suez: "La literatura tiene autonomía propia para mostrar el mundo"

Periodista:
Milena Heinrich
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Con una prosa parca pero nutrida, la novela desnuda las vicisitudes de las relaciones familiares; Wilhem y Ute, una pareja ruso-alemana que migra en las condiciones más austeras a la Argentina a comienzos del siglo XX, tiene dos hijos, Oskar y Thomas, entre los que persiste una rivalidad que no encontrará fin, ni siquiera en el mismísimo ocaso de sus vidas.

Una infancia tirante enfrenta a estos dos hermanos, consecuencia de un padre que distingue entre el privilegiado y el despreciado, como expresión del que produce y el que no, una proyección del deber ser de aquellos años. Así la inocencia es suplantada por el odio, que con una fuerza abrumadora talla el rencor en el destino de los dos protagonistas.

A ellos se le suman una serie de personajes entrañables como Laurentino, Greta y Ungar, que a pesar de tener un rol secundario son también la espina medular de la trama. Sus acciones, o simplemente su presencia, acentúan en los protagonistas la ilusión de que la eliminación del otro quebrará con su propia soledad, hecho que queda más que refutado a lo largo de las páginas.

"Me interesaban dos hermanos, en los orígenes míticos Caín y Abel, pero tenía que ir más allá. Y así empezaron aparecer imaginariamente personajes como Laurentino, el indio toba. Los visualicé bajando del norte y me sorprendí. La llegada de nuevos personajes marca y transforma la historia", dice a Télam Suez, entre trabajo y paseo por Buenos Aires.

Palabras que se arrastran abarrotadas de significados y puertas semiabiertas que invitan al lector a completar la historia proponen una lectura voraz que se intercala con imágenes nítidas, aún en aquello desconocido, como prácticas, aromas y lugares de la Argentina de los años 20 y 30.

"Me interesa poder visualizar los textos como flashes e imágenes. Por eso pienso en un lector que sabe, piensa y se pregunta más que yo. De modo que atormento a mis personajes preguntando:` ¿Pero vos dirías eso? ¿Esto es creíble?´", cuenta sobre su ritmo interno de escritura.

Un lector que pregunta y aporta a la trama es para la autora fundamental a la hora de leer y escribir un libro, y este último no es la excepción: "Marco un territorio pero no lo alambro. Me lo apropio y lo contextualizo. Así la historia va creciendo en el camino y luego con el lector. Creo que soy como un custodio solitario de la escritura porque en la medida en que trabajo sola, al mismo tiempo estoy rodeada de personajes que te abren nuevas puertas".

Editada por Edhasa, la esencia de la novela es tal vez la amalgama de personajes, ya que en la intimidad de sus vínculos y en la forma de relacionarse se reflejan las contradicciones sociales: "El débil se vuelve el fuerte y el fuerte se vuelve el débil. El poderoso cede su lugar al rebelde, el poder de la violencia cambia con un otro".

Suez es licenciada en Letras Modernas y fue becaria de los gobiernos de Francia y Canadá. Fue directora del Centro de Difusión e

Investigación de Literatura Infantil y Juvenil y de la revista Piedra libre. Ha publicado, entre otros libros, "Memorias de Vladimir"; "El viaje de un cuis muy gris"; "El árbol de los flecos" y "Dimitri en la tormenta".

Situada en una geografía chaqueña, la novela hilvana pinceladas históricas reales; algo que para la escritora es producto de "una preocupación social porque la base de la ficción es también la resistencia. En la escritura hay ideología al igual que en todo lo que hacemos".

Y ejemplifica: "Nuestros grandes escritores pudieron mostrar a los marginados mucho más que un libro teórico. La ficción es una herramienta que ayuda a entender y permite hacerse preguntas.

Preguntar es buenísimo porque construye el pensamiento. El lector me parece fundamental para que pueda dar testimonio y complete esa historia".

Por eso, "la literatura no puede trazar el camino del lugar ya hecho y yo lucho contra ese lugar común. Cuando necesité contextualizar lo social me documenté, pero quería verlo desde otro ángulo, el de mis personajes. Los olvidados de la historia ahora en la ficción deberían tener una presencia fuerte".

Y no duda: "La ficción es poder desafiar una historia que no es la oficial; la literatura tiene autonomía propia para mostrar el mundo.”, resume.