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Dickens, un clásico de Navidad

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    Cuentan que una frutera del mercado de Londres, al conocerse la muerte de Dickens, exclamó: “¿Ha muerto Dickens? Entonces ¿morirá también Papá Noel? Una navidad sin Dickens, sería ciertamente como una Navidad sin Papá Noel, sin villancicos, sin el mejor de los regalos posibles.”

Y es que Canción de Navidad se ha convertido a través del tiempo en el ícono literario del espíritu navideño por excelencia.

La historia habla de un hombre llamado Scrooge, apático y distante, calculador. Más frío que un témpano. Aborrecido por las personas de su pueblo, en su pensamiento solo descansa un único fin: la adicción al trabajo y el enriquecimiento, la tacañería, la indiferencia absoluta hacia todo tipo de ser humano o cualquier idea de bien común.

Pero algo sucede una noche, cuando en total soledad, Scrooge escucha ruidos extraños en su edificio. El espectro de Marley, su mejor amigo muerto siete años atrás, comienza con lo que será para el protagonista de la historia, un viaje hacia el fondo de sus emociones. Un pantallazo de su vida dividido en pasado, presente y futuro. El fantasma le avisa que su maldad se convertirá en una pesada cadena que arrastrará por toda la eternidad. Algo así como un efecto boomerang de lo que él ha sido durante su vida. Bien sabía Dickens atrapar al lector. Ya desde la primera línea uno está adentro: «Para empezar, Marley estaba muerto».

El espíritu del pasado lleva a Scrooge de viaje por su infancia, lo estremece con el recuerdo de un viejo amor y le devuelve la calidez de los gestos más humanos e inolvidables de su niñez. El espíritu del presente le muestra una película actual y le permite espiar como un ojo de Dios, la vida del único empleado de su empresa que Scrooge, en su ceguera, no logra apreciar. Un hombre que sufre pero que no pierde el tiempo en lágrimas y a pesar de sus problemas, disfruta de una hermosa familia junto a una mesa con perfume de naranjas y castañas asadas por la unión. El espíritu del futuro lo lleva directamente a su tumba.

Mediante el hechizo fantástico del espectro de su amigo, y los espíritus de la Navidad, el protagonista renueva su mirada sobre la vida y apuesta al festejo del encuentro con los otros, con el optimismo de alguien que opuesto a lo que siempre ha sido, se muestra en una primera impresión como un desequilibrado social. La sabiduría del viaje fantasmal surte efecto en el nacimiento de un nuevo hombre que ve con sus propios ojos aquello que el velo de su amargura había vedado por completo. El mundo parece darle una nueva oportunidad.

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A lo largo de la historia, el cuento de Dickens se ha presentado mediante una variedad de portadas incalculables. Ha sido adaptado al cine y al teatro desde 1900 y en todas las formas de variantes posibles: musicales, drama, dibujos animados, etc. Escrito en 1843 sigue estremeciendo el corazón de los lectores. Y es que, a pesar del paso del tiempo, el fantasma de la Navidad rondará nuestras acciones y pensamientos, incentivando mágicamente a cambiar lo que pueda ser cambiado. Las esquinas se siguen llenando de niños pobres con ojos tristes, de personas que se despiden para siempre, de familias que sueñan con árboles de frutas abundantes y muérdagos que esperan amantes con besos de leyenda.

Tal vez no sea necesario esperar que los fantasmas vengan por nosotros. Que los espectros nos hagan ver de lo que el mundo desquiciado se ha encargado de distanciarnos. Quizás sea urgente recordar que cuando una lápida de mármol pesada grabe nuestro nombre a fuego sobre la tierra, ya nada tenga sentido y tal vez, sea demasiado tarde para otra oportunidad, o acaso y sin dudas, para decir “te quiero”.

Charles John Huffam Dickens nació en Portsmouth, Inglaterra, el 7 de febrero de 1812 y falleció el 9 de junio de 1870. Fue un famoso novelista inglés y uno de los más conocidos de la literatura universal, y el principal de la era victoriana. Fue maestro del género narrativo, al que imprimió ciertas dosis de humor e ironía, practicando a la vez una aguda crítica social. En su obra destacan las descripciones de gente y lugares, tanto reales como imaginarios. Utilizó en ocasiones el seudónimo Boz. Sus novelas y relatos cortos disfrutaron de gran popularidad en vida del escritor, y aún hoy se editan continuamente. Dickens escribió novelas por entregas, el formato usual en la ficción  en su época, por la simple razón de que no todo el mundo poseía los recursos económicos necesarios para comprar un libro, y cada nueva entrega de sus historias era esperada con gran entusiasmo por sus lectores, nacionales e internacionales. Dickens fue y sigue siendo venerado como un ídolo literario por escritores de todo el mundo.