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Mapa para un territorio nuevo

Periodista:
Inés Hayes
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Qué es el Gran Buenos Aires, cuál es su origen y cómo llegó a su estructura actual que alberga a millones de personas en un anillo que rodea a la Capital Federal... Una serie de preguntas inmensas e intensas que han interesado al campo de las Ciencias Sociales. Hasta el presente no había una obra que analizara integralmente el territorio del Gran Buenos Aires, “ese lugar geográfico, político, social del que se habla mucho y a menudo se conoce menos”. Ese ha sido el desafío que enfrentó un grupo de cientistas sociales para abordar el desarrollo del Tomo 6 de la Historia de la Provincia de Buenos Aires , dirigido por Gabriel Kessler (co-editado por la Universidad Pedagógica de la Provincia de Buenos Aires y Edhasa), referido justamente a este terreno conflictivo y rico en experiencias e historias. La colección fue dirigida por Juan Manuel Palacio.

“Este volumen abarca dimensiones políticas, urbanas, sociales, culturales, económicas desde los comienzos del Gran Buenos Aires; reúne disciplinas distintas, es un estado del arte de lo que sabemos y también de lo que resta por investigar”, explica Kessler que se explaya en esta entrevista sobre los contenidos, sus autores y la gran investigación realizada.

–¿Cómo ha variado la concepción del Gran Buenos Aires en el tiempo?

–Un primer pasaje puede ser pensado desde la idea del suburbio obrero cercano a las formas en que se pensaron la periferia en las ciudades europeas, donde había una imbricación entre cultura popular, mundo del trabajo y organización política sindical. Poco a poco, con el proceso de desindustrialización, las imágenes se fueron acercando a la idea de segregración socio-espacial y polarización más propia de los estudios urbanos estadounidenses. Ese pasaje fue invisibilizando la heterogeneidad social perdurable en todo el conurbano. Por supuesto que la polarización fue el signo central, como apunta Amalia Eguía en su contribución, pero no por ello dejaron de existir matices y situaciones heterogéneas, como la fuerte presencia de clases medias en todos los partidos. Desde la historia urbana, señala Adrián Gorelik en su ensayo, la expansión de principio de siglo XX llevó a una serie de debates de como nombrar a las periferias y, sobre todo, su estatus administrativo. Debates que opusieron a quienes proponían ensanchar los límites de la ciudad para incluir a sus suburbios y quienes pugnaron por reforzar sus fronteras, criterio que finalmente se impuso. Esto contribuyó a la perdurable imposibilidad de formas de administración conjunta de todo el área, al tiempo que gravitó en una forma de representarlo que, como rastrea Ramiro Segura en su trabajo, tendió a configurar al conurbano una suerte de espejo invertido de la capital.

–¿Cómo se explica que la “identidad es construida desde el exterior, raramente los habitantes de uno u otro municipio consideran al GBA una categoría de pertenencia”?

–Se da la paradoja de una falta de identidad común y una fuerte construcción desde fuera. En general, los habitantes del conurbano no se refieren a sí mismos con una identidad así construida, sí la de partido o barrio en el que viven. En paralelo, todo el GBA es depositario de una serie de imágenes, en general un reservorio ampliado de lo que se consideran los males argentinos de las últimas décadas. Con todo, esta falta de una identidad común está revirtiéndose: en los últimos años el conurbano ha tomado voz propia: música, literatura, crónica y algunas películas que contribuyen a describir una experiencia urbana particular; centrada en determinados barrios cierto es, pero que en su conjunto permiten componer una experiencia común, como describen en su capítulo del Carla del Cueto y Cecilia Ferraudi Curto. En rigor, no es que no haya sido así antes, pero sin duda han quedado menos huellas de la vida social y cultural de, por ejemplo, la vida cultural y social de los migrantes internos (como, por el contrario, si existen en la ciudad de Buenos Aires, en particular de las asociaciones de migrantes transatlánticos), y temo que esta parte de la historia cultural se pierda. De hecho, agrega Gorelik que no habido un Arlt o un Borges que escudriñara el alma de la vida de Lanús o Lomas de Zamora en la primera mitad del siglo XX, tal como estos y otros autores lo hicieron con la ciudad capital.

–¿Por qué puede considerárselo como un “fecundo territorio de experimentación social”?, ¿qué han revelado las Ciencias Sociales recientemente?

–Los capítulos del libro muestran la complejidad y heterogeneidad en diversas dimensiones. Se da cuenta de los arduos debates entre los urbanistas para pensar el suburbio en la primera mitad de siglo; de la vida política antes y después de la irrupción del peronismo (por ejemplo, la capacidad de movilización popular ya estaba antes del 17 de octubre de 1945, como muestra Matías Bisso respecto de los líderes conservadores); de las múltiples experiencias de construcción del hábitat ligado también al cambiante rol del Estado en la configuración del territorio. La vida económica de los distintos territorios cambia a lo largo del tiempo: revitalización de zonas antiguamente industriales y expansión de otras novedosas y también lo hacen las formas de sociabilidad entre sus habitantes. Experimentación de la que da cuenta la enorme vida cultural de los casi cien teatros o la labor de los movimientos piqueteros en los barrios, una vez disminuido su rol protagónico en la escena pública. Mirta Lobato recupera partes de la experiencia cotidiana de los trabajadores del conurbano industrial del siglo XX, sus sueños, trayectorias, desvelos, los cambios en las relaciones de género. Pablo Semán en su capítulo muestra formas de sincretismo religioso, entre catolicismo, formas evangélicas, new age y otras formas de espiritualidad.

–Para algunos el conurbano es una zona violenta, insegura y empobrecida, ¿cómo repercuten estas estigmatizaciones en sus instituciones?

–Repercuten en todos los ámbitos. Ante todo, el estigma general se reproduce en pequeña escala: en cada partido hay una zona más estigmatizada y cuando uno se adentra en esas zonas la estigmatización se va corriendo hacia las zonas estigmatizadas dentro de él. La estigmatización funciona como discriminación estructural. Esto es, acumulación de desventajas a lo largo del tiempo de áreas que han sido largamente objeto de estigma. De este modo, peores servicios, falta de inversión, poca o nula protección de sus habitantes es la nota recurrente de quienes viven allí. En segundo lugar, esa discriminación está presente de forma particular en las distintas instituciones, por ejemplo, la policía que sobre controla a los jóvenes de los barrios estigmatizados pero los subprotege. Así, si adoptamos el lenguaje del capital, vemos que dicho proceso ha impactado en ciertas zonas negativamente en el capital físico y financiero (por el menor valor de las casas y los problemas de mantenimiento, el limitado acceso al crédito por razones de domicilio), el capital comunitario (por la falta o déficit de bienes colectivos y servicios públicos), el capital social (por redes poco diversificadas), el capital humano (por menor acceso a la salud, menos protección de las fuerzas públicas y presumiblemente también en la calidad de la educación) y sin duda también en el capital simbólico (porque la mala fama del barrio erosiona la respetabilidad, la honorabilidad y la “voz” de sus habitantes).

–Si bien el Gran Buenos Aires está conformado por 24 partidos, ¿qué tradiciones políticas fueron mayoritarias a lo largo del tiempo y cómo se construye el mapa político hoy?

–Previo al peronismo, el conurbano era un lugar de competencia entre conservadores y radicales, con un peso menor pero presente de los socialistas. La dictadura, trabajada en el libro por Inés González Bombal, puso al conurbano y a los movimientos “vecinalistas” de corte municipal como uno de los depositarios de la pretendida continuidad civil de sus objetivos. Esto por supuesto no sucedió y, por el contrario, fue allí donde se produjeron en 1982 una revuelta de esos mismos vecinos, los “vecinazos”. El conurbano de la democracia está retratado por Gabriel Vommaro: allí se muestra cómo a pesar de la imagen extendida, por varios momentos hubo y continúa habiendo otras fuerzas políticas distintas del peronismo. Pero lo cierto es que su hegemonía está presente desde los años 90, los intendentes tienen re-elección indefinida, por lo cual, su poder tiende a perpetuarse (si bien los concejos tienen el poder de destituirlos), transformándose muchos de ellos en personajes de primera importancia en la política nacional.

–Especialistas como Gorelik, Mirta Lobato, Vommaro, Maristella Svampa, Southwell, Maria Carman analizan las políticas sociales, educativas, políticas y culturales, ¿qué resultados se pueden destacar?

–Por un lado, cada tipo de política suele tener su propia lógica. Hay un tema administrativo: no hay instancias generales de gobierno y a su vez las regiones sanitarias, los distritos educativos, las jefaturas policiales, los departamentos judiciales y los distritos electorales se combinan de manera diferente con los límites de las comunas. Pero por otro lado, el conurbano desde la reinstauración democrática se ha transformado en un locus central de todo tipo de intervención social. Pero en un territorio que ya tenía una configuración particular: Gorelik señala que el primero y segundo peronismo se propone la inclusión de las masas de la periferia, pero lejos de crear nuevas centralidades (con quizás la excepción de Ezeiza), se entendió como un acceso a los bienes de la ciudad. La extensión de las universidades públicas no sólo implicó el acceso de jóvenes cuyas familias no habían tenido educación superior, sino que producen en los territorios una vida cultural que sin duda están modificando el Gran Buenos Aires como pocas intervenciones previas lo han hecho.