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Un ensayo sobre las fronteras errantes del arte y la literatura

Periodista:
Walter Lezcano
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Latinoamérica está en el ojo de la tormenta. Desde la dialéctica política se pretende forjar una identidad del continente que remite a las ideas democráticas de igualdad. Es la globalización como terreno que oculta las diferencias que permiten descubrir un territorio rico en experiencias únicas. Es en el ámbito del arte y la literatura donde se pueden percibir con mayor nitidez estas distinciones que, lejos de apelar al caos y lo "exótico" como lo propiamente latinoamericano, buscan provocar las concepciones anquilosadas acerca de lo que se produce en el continente.

 

Graciela Speranza (Buenos Aires, 1957), una crítica, narradora y guionista de cine, pone el foco en estas cuestiones en su último libro (finalista del premio Anagrama de ensayo): Atlas portátil de América Latina. Arte y ficciones errantes.
 

–¿Qué ideas están en la génesis de este libro?

–El libro fue un atlas de imágenes desde el comienzo. En los ensayos anteriores, Manuel Puig: Después del fin de la literatura (Norma, 2001) y Fuera de Campo (Anagrama, 2006), ya había trabajado a partir del diálogo entre la literatura y las artes visuales, llevada por el propio Puig en el primer caso y guiada por Duchamp en el segundo, pero aquí quería encontrar una forma que me dejara pensar más francamente en el "entre dos" de la imagen y el texto, según mi propia experiencia más reciente del arte y la literatura de América Latina, poniendo a prueba incluso la misma idea de una literatura y un arte latinoamericanos. Cada ensayo, entonces, partiría de una imagen que inspiraría un texto, pero también podría convocar otras imágenes y otros textos en el montaje.

 

–¿En qué momento surge la figura de Lo Errante?

–Por algún motivo, mis mayores entusiasmos como lectora o espectadora, las obras que más me habían dado a pensar en los últimos años, trabajaban contra la idea misma de frontera geográfica, de identidades rígidas, de arraigo a un lugar y, coincidentemente, contra los  límites inflexibles entre los medios artísticos. Me pareció que en esa conjunción de errancia geográfica, identitaria y portabilidad, que inspiraba en el arte formas nuevas o artefactos estéticos capaces de atravesar los límites de los campos, había un signo claro de la experiencia del mundo contemporáneo. Esas formas errantes, al mismo tiempo, se oponían claramente a ese multiculturalismo desleído, que se ha convertido en la lógica cultural del capitalismo global. Ampliaban el horizonte sin perder sus singularidades.

 

–El ensayo comienza hablando de Francis Alÿs, que pone en cuestión lo que se considera "artístico".

–Creo que el arte de Francis Alÿs deja ver con claridad todo el espectro de posibilidades que abre la errancia. En principio porque es un artista belga que vive desde hace mucho tiempo en México, un mexicano por vocación, un expatriado voluntario. En segundo lugar, porque en sus paseos y sus acciones-ficciones encontró modos inesperados de reencantar la vida urbana en las grandes metrópolis latinoamericanas. Muchas de las obras de Alÿs pueden condensarse en un relato o una fábula y son una invitación a pensar las artes visuales en diálogo con la ficción y las figuras retóricas literarias.

 

–El armado del libro, la forma en la cual están relacionados todos los materiales, hace pensar en la búsqueda de un lector que está en contacto directo con Internet. ¿Esto fue buscado?

–Las formas de la lectura contemporánea seguramente han transformado la lectura crítica. Pero en realidad, más que a la deriva infinita de la web, el libro aspira a la tensión del montaje, que produce choques o encuentros inesperados. O mejor incluso, a la inmersión activa del arte de instalación, que se despliega en el espacio y hace lugar al espectador. O a una muestra, si se quiere, montada módicamente en cuatro salas:  Mapas, Ciudades, Supervivencias y Esferas y Redes. Si el principio atlas funciona, el lector debería poder colarse en los intervalos entre los textos y la imágenes, armar sus propias tramas y recorridos.

 

–Pensando en estos ejes: Mapas, Ciudades, Supervivencias y Esferas y Redes, pareciera haber una preponderancia de la “orientación”. ¿Este libro pretende ser una suerte de guía hacia lo más relevante del arte y la literatura latinoamericana?

–Claro que no. El libro quiere abrir más que cerrar, desordernar más que ordenar, desorientar más que orientar. No quiere pensar el arte siguiendo cronologías, cánones clásicos o contemporáneos, afinidades temáticas o estéticas, sino atender a diálogos inesperados que surgieron en el montaje. Hay obras que fueron sumándose naturalmente porque funcionan en sí mismas como atlas: las escenas compuestas con figuritas de todas partes de Liliana Porter, el archivo líquido de Carlos Amorales, los mapas de Guillermo Kuitca, las sagas transatlánticas de Roberto Bolaño. Los autores y artistas que se fueron sumando eran finalmente los que me daban más a pensar, los que traían respuestas personales a preguntas que yo misma no podía responder: qué es hoy América Latina, qué es el arte latinoamericano, cómo mirar el mundo desde América Latina en un momento en que las hegemonías planetarias están cambiando. Quería atender a esas formas que los propios artistas y escritores estaban creando, a sus metáforas visuales, a las configuraciones nuevas condensadas en imágenes o relatos.  Claro que también me dejé guiar por mis entusiasmos, que son muchos y muy variados. Realmente creo en la potencia de la imaginación artística que puede extrañar la mirada, anticipar el futuro, promover formas del disenso frente al consenso, provocar tensión y fricción, la tensión y la fricción que faltan en esa visión amable, reconciliada, de la cultura globalizada. El libro por lo tanto quiere descomponer las definiciones más o menos convencionales de América Latina y dejar que el arte y la literatura las recompongan a su manera. De ahí que el atlas no atienda a las cuotas de la corrección política, ni a la representatividad nacional, ni de género, ni de nada. En ese sentido es deliberadamente arbitrario. Fatalmente hay más escritores y artistas argentinos porque es mi experiencia más próxima. Pero también hay más artistas y escritores mexicanos y brasileros por motivos más insondables, que sólo podrían explicar los caprichos del atlas.

 

© Walter Lezcano, Tiempo Argentino