Riverside Agency

Realizar una búsqueda avanzada +

Ingresar

¿Olvidó su contraseña? Haga click aquí

La verdad en los pliegues de la ficción

Periodista:
Gustavo Pablos
Publicada en:
Fecha de la publicación:
País de la publicación:
  • Descripción de la imagen 1

“Mi madre constituía un campo demasiado vasto, demasiado sombrío, demasiado desesperado: en resumen, demasiado arriesgado”. Con estas palabras la narradora advierte desde las primeras páginas el riesgo que debe asumir para reconstruir la historia de Lucile, su madre, que se ha suicidado y a la que encuentra muerta en su departamento. El cimbronazo que le produce esta pérdida se traduce en la necesidad de comenzar una exhaustiva investigación para llegar al relato múltiple, coral, que le dio forma a su familia y así encontrar, entre vacilaciones, silencios y coincidencias, algo cercano a la verdad. Para avanzar en el proyecto de escribir Nada se opone a la noche, la autora–narradora pide la colaboración de los miembros del clan Poirier: los escucha y graba, revisa las filmaciones súper ocho y las fotos de sus tíos, y también accede a las cintas que por encargo de una de sus hijas había dejado su abuelo con relatos sobre su biografía.

 

Lucile era una de los nueve hijos de Georges y Liane, la pareja que contrajo matrimonio en 1943 y que en la Francia de posguerra logró progresar desde la posición de clase media baja hasta la de “burgueses bohemios”. Una familia que llegó a encarnar desde la alegría y la felicidad más expresiva hasta la “sonoridad del desastre”, ya que las muertes y los acontecimientos desagradables la sacudieron desde temprano. George había llegado a ser dueño de una agencia de publicidad y Liane se había encargado, al menos hasta la adolescencia de los más pequeños, de la casa y los hijos; y si bien el padre se había mostrado durante muchos años expansivo y protector, la investigación sacará a la luz otros episodios que iluminan detalles desconocidos de su figura. Pero el eje de la reconstrucción es Lucile, mujer de una belleza singular, solitaria, frágil, de personalidad contradictoria, que en su infancia había sido modelo en campañas publicitarias de ropa para niños, y que desde mediana edad debe atravesar una serie de episodios desfavorables que incluso llevarán a que sus hijas se conviertan por épocas en vigilantes de su salud y su seguridad.

 

Si bien su madre está muerta, la narradora se encuentra con un material vivo –caótico, discontinuo, resistente– que la lleva a escribir: “Quizás esperaba que, de esa extraña sustancia, se desprendiese una verdad. Pero la verdad no existe. No tenía más que fragmentos dispersos y el mismo hecho de ordenarlos constituía ya una ficción. Escribiese lo que escribiese, entraría en el terreno de la fábula”. Sin embargo, siente que debe continuar y recién después de muchas idas y vueltas, de vacilaciones y dudas sobre su intención, tiene la certeza de que el destino de su libro es más bien el de ser el testimonio de su búsqueda, con sus tentativas inciertas, los senderos abiertos y luego cerrados, las hipótesis una y otra vez reformuladas, y el temor siempre presente de perder el hilo.

 

En este acercamiento al dolor de su madre, a sus pliegues y secretos, surgirá una narración que inventa un espacio entre la verdad y la fábula, y que busca restituir con palabras lo que el silencio una y otra vez había mantenido oculto.

 

© Gustavo Pablos, La Voz del Interior