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Los peligros latentes de toda reconstrucción del pasado

Periodista:
Julio Ricardo Estefan
Publicada en:
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Esto justificaría plenamente el criterio adoptado por Julian Barnes en su última novela, El sentido de un final.

 

 

La novela gira en torno a unos recuerdos, al principio muy recortados y que, paulatinamente, irán recuperando detalles hasta develar aquellos que Tony Webster había decidido olvidar o, al menos, ocultar en lo más recóndito de su memoria. Arranca con una lista de sucesos que intrigan al lector por lo inconexos que parecen pero que, como en toda buena novela, cobrarán sentido y se vincularán paulatinamente sin dejar cabos sueltos.


Barnes apela a un lenguaje sencillo (la traducción es impecable, aun cuando fue hecha para España) y nos muestra un personaje torturado por sus malos recuerdos que, en la vejez, intentará reconstruir su pasado y en especial un episodio relacionado con Verónica, su primera novia, y Adrián, su admirado amigo de preparatoria. Reconstrucción que le llevará a plantearse quién es en realidad y si ha actuado con probidad en aquella frustrada relación que empieza a rememorar.

 

La vida (o parte de ella) de un individuo común y corriente como éste consta, sin embargo, de una dosis importante de intriga y eficaz narrativa, en la cual el autor apela al juego de la reconstrucción de la memoria del protagonista. La historia está contada en primera persona, como si Tony Webster hablase para sí mismo, lo cual nos hace suponer que ya ha recordado todo aunque va dosificando el relato para mantener el suspenso.


Algunas reflexiones de Tony nos involucran directamente (es lo que Barnes ha "tramado" con inteligencia). Por ejemplo, cuando concluye que ser la media en todo lo que uno hace nos convierte irremediablemente en mediocres.

 

De un tirón


Esta novela atrapa con la intensidad de un policial. Su lectura enriquece, es amena y obliga a leerla de un tirón e incluso alienta a una relectura (confieso que la he leído dos veces con igual interés, inclusive a pesar de que ya conocía el final).

 

No en vano obtuvo uno de los premios más prestigiosos de habla inglesa: el Man Booker, lo cual garantizó su difusión a nivel mundial (las novelas que lo obtienen por lo general son traducidas a más de 15 idiomas) y la merecida consagración de Julian Barnes como un gran autor de nuestro tiempo, sumándose a una extensa lista donde figuran, entre otros, Ian McEwan, Salman Rushdie, Kazuo Ishiguro y J. M. Coetzee.
 

© Julio Ricardo Estefan, La gaceta literaria