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El artista errante

Periodista:
Marina Mariasch
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El Atlas es una historia de la diferencia, la conexión secreta de lo dispar, cuyo objetivo es conocer la historia de la imaginación humana. El historiador estrella Didi-Huberman fue editor del pensamiento de Aby Warburg a la ahora de montar su exposición Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? en el Museo Reina Sofía en el año 2011. Esta muestra pecó de un eurocentrismo insostenible pasada una década del siglo XXI que impulsó a Graciela Speranza a compilar un Atlas de América Latina. Un Atlas de la imaginación compuesto por palabras e imágenes, que cruza los límites entre artes visuales y literatura.

 

 

El Atlas portátil de Graciela Speranza se pregunta, en todo su trayecto errante, si existe algo así como un arte latinoamericano. Es un interrogante que atraviesa toda la producción artística actual, y que tiene un origen doble. Por un lado, la que hacen los miembros del nuevo mundo quienes buscan una identidad propia luego de haber sido el pálido reflejo de Europa. Por el otro, es la exigencia de exotismo y la adecuación de la producción artística a su contexto, que se hace desde el centro a la periferia. Desde el Facundo a la revolución bolivariana, desde el desprecio por lo local a su cristalización identitaria, es un asunto de teoría política. Pero el mundo globalizado exige un artista errante, de diversas procedencias nacionales, étnicas o culturales, que apueste a una producción que permita la interconexión entre culturales diferentes sin negar su singularidad. Y es así como de esta manera, y a tres agujas, Speranza teje un Atlas subalterno, un reflejo de un mapamundi que no termina en Finisterre. Le otorga una voz a lo excluido con la ordenación sensible del mundo por medio del montaje, y hace de este discurso un recorrido radicante de la literatura y el arte del presente en América Latina. El libro se divide en cuatro secciones –mapas, ciudades, supervivencias, esferas y redes– en las que se produce una asamblea de escritores y artistas. Desde las cartografías de Francis Alÿs y Kuitca a la novela Perros Héroes de Bellatin, va uniendo distintas formas de trabajar un mapa, y con el mismo procedimiento une las disímiles obras de Cildo Meireles, Doris Salcedo y Diego Bianchi bajo el tópico de las ciudades.


El modelo de la supervivencia se transforma en un espectro que muestra las formas artísticas que no nacen ni mueren sino que se manifiestan en el presente en un juego de cajas chinas: Bolaño y el surrealismo, Fabián Marcaccio y el peronismo, Santiago Sierra y Oscar Masotta. Finalmente, en el modelo heurístico de las esferas y las redes se mapean las experiencias artísticas que conectan lo inconectable, socavan las esferas aisladas y coartan las redes de la cultura neurótica del hipervínculo basura. De allí que se transite la híper conectividad de la instalación de Tomás Saraceno en la 53 Bienal de Venecia y las peripecias aduaneras que Faivovich y Goldberg atravesaron con el meteorito El Taco. Las redes entre Kassel y el Chaco fueron cortadas por la negativa de un grupo de aborígenes mocovíes que se manifestaron en contra el traslado del astro a la Documenta 13.

 

La obra Black Cloud Aftermath de Amorales cierra este libro remarcando una tensión entre lo local y lo global, caracterizando al arte latinoamericano como el estar en medio de la negociación entre distintos lenguajes. Speranza negocia un lugar en el atlas mundial de la mnemosyne con su Atlas de América Latina en el que construye un relato del arte y las ficciones errantes contemporáneas sin recaer en el uso de topologías ni en el abuso de las categorizaciones, sino en el acertado mundo de las diferencias.

 

© Marina Mariasch, Ñ