Cierta tradición crítica había hecho de Antonio Machado el poeta del 98. Si, desde el punto de vista ideológico, ello es discutible, desde el punto de vista de la estética hoy está sólidamente establecido el arranque modernista de su poesía. Como en otros modernistas españoles, la poética machadiana tiene, esencialmente, una doble raíz: Romanticismo tardío y Simbolismo, ambos engarzados con el ejemplo y el estímulo de Rubén Darío. Temas y tonos románticos tienen, sobre todo en las Soledades de 1903 y 1907, una presencia importante. En concreto, la huella de Bécquer es decisiva en Machado, como lo es en otros poetas contemporáneos suyos o posteriores. Y tal influencia confluye, en parte, con la de los poetas simbolistas franceses.